viernes, 5 de diciembre de 2008

La rutina de un gato

Para Bruno; que nunca regresó a mi cama.

Se encontraba durmiendo apaciblemente, enrollado sobre la cobija de lana de la amplia cama, ajeno a que un nuevo día había empezado. Nadie era capaz de sacarlo de su letargo. lo siento, solo ella, era capaz de hacerlo saltar de la cama al compás del sonoro pitido de un reloj despertador. Ella era capaz de hacer eso y mucho más. Pero esa mañana ella no se encontraba en casa, para suerte suya, ella se encontraba visitando a la familia, así que podía quedarse en la cama todo el tiempo que quisiera, sin darle explicaciones a nadie, aunque después sentiría ese sentimiento de culpa de haber perdido buena parte de la mañana. La mañana era apta para no salir de la cama, el frío de enero seguía con su naturaleza de helar los huesos y en una que otra ocasión las almas. Recién acababa de llegar a la cama, a pesar de haber sido un martes, un día en que el bar no era tan concurrido, pero aquel martes fue una excepción a la norma y el bar había sido abarrotado por transeúntes que buscaban refugiarse del frío tomando alguna copa que les calentara las articulaciones. Salio del bar a las dos de la mañana, con un viento húmedo que le secaba la piel, encendió un cigarro para hacer más ameno su caminar, solo por una manía de hacer lo que la rutina le exigía. Caminó un par de cuadras por las calles de una ciudad vacía. Llegó al apartamento que olia a soledad y a viejo, se quitó el abrigo que planchaba sus pelos, entró al cuarto de baño y observó que sus profundos bigotes estaban a punto de congelarse, se lavó sus colmillos con un dentífrico incipiente muy parecido al cigarrillo que había fumado minutos atrás. Llegó hasta la habitación y vio la cama ordenada, como no era costumbre y supo que ella no estaba, recordó que no estaría por una semana entera y se sintió triste y un tanto paranoico de querer salir a recorrer los tejados del edificio, ya era tarde, no valía la pena arriesgarse a buscar a la luna con ese frío. Se quitó el suéter de lana, se deshizo de su pantalón de mezclilla y por fin su cola vio la libertad. Sus ojos amarillos estaban a punto de cerrarse, pero antes tenia que acicalar sus pelos, para purificar su hábil cuerpo de las impurezas del día. Se metió en la cama, ronroneo un tanto bajito, fingiendo que ella estaba a su lado y que escucharía el sonido de su sueño. Se quedó dormido enseguida, no lo despertaron sus amigos que vagaban por los tejados, buscando la misma luna que siempre lo acompañaba a el. ni siquiera intento soñar con un banquete de salmón y queso suizo, que tanto le gustaba. Solamente durmió, sabiendo muy bien que en un par de horas limpiaría sus ojos con sus manos invertebradas empapadas por su propia saliva, que lamería la almohada vacía, pensando que ella estaba a su lado y volvería al trabajo a continuar con un diario vivir que se por momentos le parecía infinito.