miércoles, 11 de enero de 2012

Reencuentros

El invierno se esta asomando tibiamente por Toronto, no es común que para estas alturas del mes de enero, que tengamos tres grados y un sol que invita a soñar. Aunque el pronostico del tiempo esta anunciando la primera nevada del invierno para este viernes, al igual que bajadas drásticas de temperatura.

En fin, estar en casa se siente de maravilla y más cuando se esta empezando un nuevo año, nuevos proyectos y ¿por qué no? un nuevo ciclo que se asoma con más de alguna incertidumbre a su lado, pero que es parte de este juego, llamado vida.

El viaje a Honduras, resultó ser lo que esperaba; un dichoso reencuentro con tantas cosas que en algún momento de mi vida no tenían importancia.
A su misma vez el encuentro con los entrañables amigos y la bendita familia, es algo que no tiene precio. Al igual que las estampas, los colores, las montañas, el olor a mar, los mercados, el bullicio, los partidos de fútbol en las calles de tierra, las risas, el café, los rostros tristes que me robaron más de una lágrima y esa mirada de esperanza que se añeja en tantos ojos humildes.

Esta vez quiero dejar por fuera lo negativo, quiero escapar de la realidad y aferrarme a la idea de que somos más los buenos y los que buscamos una mejor sociedad.
En otro apunte me estaré concentrando en la "dichosa" realidad que afronta Honduras y en la aspereza que representa vivir en un país que ha sido vilmente maltrato por la corrupción y por falsos lideres llámense políticos o religiosos...

Disfruté cada segundo que estuve en Honduras, exprimí hasta más no poder los minutos y aun así me quede corto.
Me quede debiendo varias visitas a muchos amigos y con los que compartí todavía me siento en deuda; el tiempo fue tan breve y las platicas pudieran durar para toda la vida.

En el vuelo de regreso y mientras hacia espera en el aeropuerto de Atlanta para tomar una conexión a Boston, donde tendría que pasar la noche, para luego tomar el vuelo a Toronto.
Tuve tiempo de sobra para reflexionar, mientras tomaba un café y Shoshannah leía.
Terminé afirmando que no puedo ser ajeno a lo que esta pasando en Honduras y en los demás países latinoamericanos, africanos y en todos los pueblos que están siendo oprimidos y orillados a un infinito precipicio.

No puedo ser ajeno a las injusticias y a la falta de oportunidades. Todos los seres humanos tenemos los mismos derechos a desarrollarnos y a encontrar nuestra senda, sin importar las preferencias sexuales, género, cultura y creencias.
Todos estamos en el mismo barco, encallado en un mar de rocas filosas. Solo el trabajo en equipo podrá sacar el mismo a flote.

Me gusta creer que lo que escribo de alguna manera ayuda a cambiar una sociedad devastada y que al mismo tiempo esta resistiendo por no caer en una macabra hondonada.
Pienso que cada individuo debe aportar un granito de arena para cambiar este sistema que nos corroe, por un sistema más justo y equitativo.
Otras veces solo escribo por escribir y porque ya es parte de mí. Pero, este apunte es diferente, no sé, es difícil de explicar.
El haberme encontrado con el lugar de donde vengo y con la gente que es parte de mi ser, me ha marcado notablemente y creo que me ha hecho más fuerte y más agradecido con lo que la vida me ha dado.

Creo que Honduras me ayudó a reafirmar mis principios y para hacerme ver lo afortunado que soy por tener lo que tengo. Pero, creo que lo más importante fue hacer las paces conmigo mismo y entender a un país que en algún momento no supe entender.
También quiero agradecer a aquellos que siguen el blog, sus palabras y sus opiniones tienen un valor incalculable, que al final me hacen seguir escribiendo y buscando mis sueños.
En estos momentos cierro mis ojos y traigo a mi mente la voz de mi madre, la brisa del mar caribe y el sabor del pan de coco...

Toronto, 11 de Enero, 2012