martes, 9 de agosto de 2011

Escribir por escribir

Para Irving Molina

¡Amo las bibliotecas! valla manera de empezar esta columna. Lo cierto es que me ha sido difícil empezar a escribir y después de varios intento fallidos, aquí estoy luchando contra la imposibilidad de encontrar un hilo conductor.
En primera instancia quise escribir sobre la crisis económica que tiene en vilo a los Estados Unidos y al mundo entero, pero después de diez párrafos, el ritmo no fluía como debe fluir o mejor dicho como me gusta que sea; natural y sin aspavientos. Así que no tuve más remedio que utilizar la tecla para suprimir lo que había escrito. Luego quise escribir sobre algunos libros que me han cambiado la vida, pero nada pasó. Después me moví por un terreno más pueril e intente escribir sobre fútbol; una especie de anagrama sobre esas hazañas futbolistas que me han marcado. Pero nada fluyó.
La verdad es que necesito escribir tanto como un anciano necesita su bordón para andar. Pueden transcurrir varios días y no pasa nada, pero después de un periodo de tiempo, algo adentro de mis entrañas me exige de una manera alocada, que es tiempo de volar por otros cielos, que pueden a llegar a ser inconsecuentes laberintos.
Pero, regresando el inicio; les contaba que amo las bibliotecas a tal extremo que prefiero trabajar en ellas que en la propia casa.
También sucede como, que el solo hecho de encontrarse rodeado de libros, revistas y periódicos me hace ser más productivo.
Ahora mismo estoy trabajando en unas traducciones que parecen infinitas y llega un momento en que tanto la mente como el cuerpo no pueden más.
Decidí por escaparme a Guelph, una ciudad a una hora de Toronto, aprovechando que la Shoshannah esta haciendo unos proyectos por acá.
Salimos de Toronto en medio de una tormenta, que se extendió por toda la autopista, hasta el extremo que la visibilidad era toda una aventura.
Los coches no son muy de mi agrado, prefiero la libertad que brinda el tren y las sombras quietas que viajan por sus vagones. Por suerte llegamos bien, La Shoshannah se fue a su oficina y yo me quedé en la biblioteca pública de Guelph.
Me gusta cambiar de aires y no caer en las garras de la rutina y las traducciones representan lo mencionado anteriormente. Por eso es que me escapo adonde sea cuando tengo la oportunidad o simplemente me pongo mis tenis y mi ropa para correr y me voy a dejar el pellejo en las calles, acompañado por mi Ipod, hasta que las piernas no dan para más y me exigen casi a gritos que es el momento de parar.
Correr al igual que el escribir es un maravilloso capricho y el perfecto medio para canalizar las emociones y exorcizar algunos miedos.
Creo que lo que estoy escribiendo esta yendo a la perfección con el titulo "Escribir por escribir", he saltado como un saltamontes desde las bibliotecas, hasta la autopista, para aterrizar en las traducciones, pasando por mis corridas furtivas y luego hacer un dribbling hasta llegar adonde me encuentro; en una exquisita ensarta de ideas vagas que buscan tocar suelo, pero que si no lo logran da igual, ya que en el estado impuro de las cosas recaen los dogmas y se rompen las reglas.
Recuerdo muy bien, creo que fue en mi cumpleaños 24 cuando mi recordado amigo Irving me obsequio una recopilación de cuentos de Julio Cortázar, titulado "La Isla a Mediodía y Otros Relatos", el cual devoré en las tantas noches de insomnio que me robaron el descanso, pero que a cambio me dejaron conocer a Cortázar y las exquisitas lineas de ese hombre, que me enseñó que para llegar adonde se quiere o quizás solamente solo para sobrevivir, se tiene que salir de lo convencional y vivir escribiendo como si se escribe para vivir (una alusión propia, que no sé si va bien).
Creo que esta mañana- tarde no he llegado a ninguna parte, tampoco era mi intención, total he conseguido librarme por un rato de las traducciones y quizás solo quise escribir por escribir.