domingo, 31 de marzo de 2013

Regresos








“La primavera ha llegado a Toronto. Esta mañana he desempolvado mi bicicleta para trasladarme al trabajo y el aire fresco de una nueva temporada me ha rozado por completo.  El frío del invierno es asunto del pasado y antes de seguir (tocando madera) las tormentas de nieve han desaparecido del firmamento.
Se puede decir que estoy de vuelta a la realidad, después de haber pasado diez días en Perú; aunque estoy en deuda con aquel país, no he podido saborear sus cafés, perderme en sus sierras, conocer verdaderamente el abrasador mundo literario que bulle en las librerías de Lima o degustar la afamada y suculenta comida peruana. Me tuve que conformar con haber visto desde las alturas el océano pacifico así como la cordillera de Los Andes.

Mi estadía en el país sudamericano ha pasado sin pena ni gloria, se ha limitado al aburrido y estricto mundo de los viajes de trabajo, a las maratónicas reuniones y a los cafés en vasos de cartón, que por cierto me molestan tanto.  Apenas me ha quedado tiempo para respirar y por suerte antes de salir a Canadá tuve la dicha de recorrer Lima, pero, el tiempo se me ha quedado corto y Lima no es una ciudad que se conoce en un abrir y cerrar de ojos.
Lo que pude de ver de Lima es la realidad que atraviesan todas las ciudades de Latinoamérica: por una parte un incesante crecimiento comercial, industrial, urbanístico y una acelerada modernización.  Pero, paralelamente se tiene el mundo oscuro de la miseria y la absurda desigualdad.

Me encontraba caminando por el distrito de Miraflores, uno de los más exclusivos de Lima y sin nada que envidiarle a las calles de Madrid o Barcelona. Me llamó la atención cuando  la luz roja de un semáforo frenó la marcha de un lujoso Mercedes Benz y casi a su lado también detuvo de golpe una vieja bicicleta, la cual era montada por un señor con la piel quemada por el sol del verano y el frío seco del invierno limeño.

En su bicicleta llevaba de manera acrobática varios bultos conteniendo latas vacías de cervezas y refrescos. Varios turistas pasaban por la acera y aprovecharon para tomar fotos del humilde señor. En un impulso autómata quise hacer lo mismo usando mi celular, pero, no pude,  sentí una especie de dolor en mi estómago y nauseas.  Aquella imagen era el perfecto ejemplo de lo que pasa en Latinoamérica y ahora viene mi pregunta ¿efectivamente estamos experimentando un crecimiento económico?  O ¿somos el mercado emergente para salvar el presente descalabro económico mundial? De ser la respuesta afirmativa y haciendo un juego de palabras, puedo afirmar que nuestro modelo de crecimiento está equivocado y las brechas sociales se han hecho enormes vallas. Como esas vallas de la Coca Cola o las vallas de las compañías de telefonía celular que tanto abundan por las calles de las grandes ciudades, incitándonos a comprar más.

La luz roja cambió a verde y el lujoso Mercedes Benz arranco violentamente, cuando el humilde señor sacaba fuerzas de flaqueza para pedalear su rustica bicicleta y hacerla andar, pero el peso de sus bultos era tal, que no era tarea fácil y los surcos en su frente parecían estallar al ejercer tanta fuerza, hasta que consiguió echar a andar la descalabrada bicicleta por las calles limeñas.

Las casi nueve horas que duró mi vuelo de regreso y a pesar de varios intentos fallidos por entregarme a mi novela de turno: The Third Reich, de Roberto Bolaños e ignorando las típicas distracciones que se encuentran en los aviones, pensé enteramente en todo lo que había visto en mi breve estadía en Perú y en la deuda que siento por conocer más, quizás algún día pueda dejar el trabajo atrás y aventurarme por ese lado indómito del Perú y conocer la verdadera Lima, no el lado vacuo de la capital peruana.

El vuelo me resulto muy cansado, más de lo habitual y de los veintisiete grados centígrados que hacían cuando salí de Lima, no quedaron ni rastro y fui recibido por cuatro grados y un cielo gris. Shoshannah esperaba por mí y me sentí  tan afortunado por tener a alguien que siempre me está esperando en cada regreso que la vida disponga.  Nos fundimos en un fuerte abrazo y nos besamos, como si hubiésemos estado separados diez siglos, cuando en verdad solo fueron diez días los que estuve alejado de su presencia.

Ayer por la noche preparábamos la cena y me sentí tan latino, quizás más latino que nunca y no tuve más remedio que tocar música de Karla Lara (cantante y activista hondureña) mientras cocinábamos. Con la música de Karla Lara, buenos recuerdos vinieron a mi memoria y el piano del maestro Camilo Corea nos sedujo con su mística armonía. Shoshannah se contagió con el ritmo y los dos empezamos a tararear esa canción que tanto nos gusta: La Casa de la Justicia, poema del mítico Roberto Sosa y hecho canción por Karlita Lara.
La canción terminó y el silencio volvió a reinar en nuestra cocina, sin embargo el mismo duró muy poco, porque en un par de segundos empecé a soltar como metrallas tantas cosas que tenía en mi mente.  A la pobre Shoshannah no le quedo de otra que escuchar todo lo que salía disparado desde las profundidades de mis entrañas.

Escribir esto cuesta mucho, creo que nunca he sido tan sincero como lo estoy haciendo ahora, estoy viviendo una etapa en mi vida de contradicciones; millones darían por estar en mis ropas, realizando el trabajo que estoy haciendo, viajando, viviendo en aeropuertos, haciendo de los aviones mis aliados y de las salas de espera de los aeropuertos mis hoteles de paso: a su misma vez aplicando mis frustrados estudios de negocios internacionales en beneficio de un grupo de empresarios que decidieron invertir en América Latina, por el solo hecho de aprovecharse de los alicaídos sistemas que tenemos en nuestros países.

Muy a menudo siento que estoy traicionando mis principios de solidaridad, esos principios que me ha inculcado mi madre desde que era niño y que me he tirado a los leones en un circo romano demasiado pagano. Trato de tomar todo esto como experiencias de vida y me doy fuerzas soñando con realidades distintas, con aprender un poco de todo (porque a veces lo malo también sirve) y esperando encontrar mi sitio en este mundo.
Shoshannah interrumpe mi relato y me dice que ella se siente igual, que millones de personas se sienten igual a nosotros, pero, que lo importante es saber que lo que hacemos es pasajero y que hacia adelante se dibuja un mejor porvenir.  No sé, no todo es tan malo, quizás estoy pecando de fatalista, estoy viviendo tantas experiencias, todas se vienen de golpe y cuestan digerirlas.

La cena está casi lista y mientras nos preparamos para comer, ambos hacemos un juego imaginario; cerramos nuestros ojos, imaginamos que estamos viviendo en las montañas, detrás de nosotros hay un frondoso bosque tropical, entre árboles y matorrales se puede divisar el mar. No estamos en Honduras, estamos en cualquier sitio, porque las fronteras en los sueños no existen y nunca existirán, así que nos podemos desplazar de un sitio a otro sin aduanas de por medio.
El juego dura algunos segundos y luego abrimos nuestros ojos y nos miramos por un instante, damos gracias al destino por habernos juntado y sentimos fuerzas para seguir adelante".

Toronto 27, marzo, 2013




martes, 12 de marzo de 2013

Adiós Benedicto y Hasta Luego Chávez


“Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades”.
Nelson Mandela


 “Valla semanitas las que hemos tenido, la renuncia del papa, todo el embrollo que representa el nuevo cónclave para elegir el nuevo papa, los descartes sobre quien será el siguiente heredero del trono de la iglesia católica y la semana pasada la muerte de Hugo Chávez.
Entre todos estos hechos, quiero sacar un intervalo de tiempo para compartir la alegría que me embarga: el invierno poco a poco se está alejando y la primavera empieza a asomarse tímidamente.

Este fin de semana tuvimos un clima radiante en la ciudad, ocho grados centígrados y un sol... ese sol que tanto necesito para regenerarme y que tanto estaba extrañando. Aunque todavía quedan pedazos de hielo por la ciudad y la nieve ha dejado de ser blanca y se ha convertido en una mancha gris.

Mañana estaré volando a Perú por asuntos de trabajo y regresar a Latinoamérica siempre es algo especial, algo que me llena de emoción y que da fuerzas para seguir adelante.
En fin, luego estaré escribiendo sobre el maravilloso país andino y sobre las emociones que producen las esperas en los aeropuertos, las soledades en los pasillos de los hoteles y los fabulosos cafés que dan vida cada mañana entre extenuantes reuniones de trabajo y el estrés de producen las mismas.

Pasando al tema de la columna de hoy: El mundo está centrado en el cónclave que elegirá al nuevo papa y donde Honduras estará representado por el Cardenal Oscar Andrés Rodríguez, "el cardenal de los ricos" como le llaman varios de mis compatriotas.
Creo que dicho mote explica en resumidas cuentas la visión que ha tenido la iglesia católica desde su creación, la cual obedeció a intereses de poder y de conquista por parte del imperio Romano, que al ver que la verdadera filosofía de Jesús, esa filosofía de luchar por los marginados y los excluidos iba cobrando fuerza, no tuvieron más remedio que crear una religión para no perder el poder y adecuar la misma a sus propios intereses.

Como millones de personas en el mundo fui educado en el seno de la iglesia católica, desde mi bautizo en la parroquia de San Antonio en Tela hasta mi confirmación en la Parroquia de Fátima de Siguatepeque, sin contar mis años en escuelas y colegios católicos, hasta que cuando llegó el momento de ir a la universidad dije- basta- y las aulas de la Universidad Nacional Autónoma me abrieron sus puertas.

Mi madre que ha sido uno de los pilares fundamentales en mi vida y quizás una de las motivaciones que me hace levantarme cada mañana, incluso en los días helados y grises, desde siempre intento hacer de mi un "buen cristiano".
Tuvimos muchos choques y muchos pleitos, y es que yo no entendía por qué los curas no se podían casar o por que no podían haber curas mujeres (todavía no lo entiendo) eso era cuando era pequeño, luego con mayor sentido común, me empecé a cuestionar como era posible tanto lujo en el vaticano, la opulencia y la riqueza, cuando en mi país las hambrunas estaban acabando con miles de niños.

Terminé cuestionando prácticamente toda la filosofía de la iglesia. Todo aquello concluyó en eternos alegatos entre mi madre y yo, cada quien defendiendo su postura y sus posiciones a capa y espada.
Dichas diferencias de ideas llegaron a distanciarnos, hasta que nos dimos cuenta que era una estupidez separarnos por tener distintos enfoques.

Por suerte, después de varios años los dos terminamos entendiéndonos y respetando nuestras diferencias. Ahora comprendo a mi madre, que fue criada en una doctrina heredada al igual que millones de personas en el mundo y lo tanto que cuesta romper las cadenas del tradicionalismo. Principalmente en Latinoamérica donde somos más dados a los sentimentalismos y a las nostalgias. Somos católicos porque nuestros abuelos eran católicos o porque nuestros conquistadores, que de paso aprovecharon para saquearnos nos dejaron una religión como “herencia”.

Ahora puedo dar la noticia que mi madre con la cual hablamos de todo sin tabúes, desde el acontecer político en el mundo, hasta de sexualidad, me ha dicho que está de acuerdo con el uso del condón. Ella una católica, apostólica y romana de cepa. Sé muy bien que esto es solo la punta del iceberg y al igual que mi madre hay millones de católicos que piensan que la iglesia tiene que tener un cambio radical y ajustarse a estos tiempos, y se deje por un lado el hecho de que los Cardenales son solamente para oficiar las misas de los ricos, para casar los hijos de los poderosos y para apoyar golpes de estado.

He conocido curas sensacionales, con ese espíritu de lucha y comprometidos con las causas sociales a favor de los pobres, sin embargo, han sido marginados por la jerarquía de la iglesia y como decimos en Honduras los han tenido a "mecate corto". Incluso han llegado a brindar su vida por los pobres, para muestra un botón y tenemos a Arnulfo Romero, acribillado por decir la verdad y por promulgar a ese Jesús que hablaba de igualdad y de justicia, todo lo que el vaticano está reprimiendo en estos momentos, satanizando las bodas entre personas del mismo sexo y promoviendo el machismo al no dejar que las mujeres puedan regir los destinos de la iglesia o protegiendo los sacerdotes que han abusado sexualmente cientos de niños en varias partes del mundo y tratando de tapar el solo con un dedo.

No tengo nada en contra de la iglesia o en contra de los curas. Hay momentos que esa nostalgia o melancolía tan latina aparece y me hace recordar algunas oraciones o algunos cantos que de niño aprendí o viene a mi memoria el recuerdo del Padre Pablo mi maestro de Filosofía e Historia Universal en mi último año de bachillerato y del cual aprendí tanto. Siendo hasta el día de hoy uno de los mejores maestros que he tenido en mi vida académica.

Creo que el papa Benedicto XVI ha pasado sin pena ni gloria como el máximo representante de la iglesia, le ha faltado carisma y liderazgo; no ha sabido llevar a la iglesia por la senda de los cambios que la misma necesita.
Todo lo contrario de Hugo Chávez, no me gustan las comparaciones, creo que son odiosas, pero, en esta columna me voy a ensuciar la camiseta y voy hacer una comparación ¿Qué hubiese pasado si en  lugar de la renuncia del papa, este se hubiera muerto al mismo tiempo de Hugo Chávez? ¿Qué noticia hubiese tenido un mayor impacto en el mundo? No voy a contestar para no ser juez y parte, dejo la pregunta al aire, aunque tenga la respuesta en la punta de los labios.

Lo cierto es que me he sorprendido con el reconocimiento popular que ha recibido Chávez, no solamente en Venezuela, sino que a nivel mundial, como es lógico y también en algunos casos hasta permitido, han habido algunos que se han alegrado por el fallecimiento de Chávez Frías, especialmente en Honduras donde Chávez es una especie de demonio para algunos y un Robin Hood que se ha parado enfrente de ese poderoso imperio del norte llamado los Estados Unidos y que desde el siglo pasado ha controlado los designios de la política latinoamericana.
Quizás una de las cosas que más me molesta es que se digan opiniones sin sustentos y sin conocimientos de causas. En Honduras es tan común hablar por hablar, es tan común dejarse guiar o manipular por la opinión de otros y no ver las cosas de manera objetiva. Me refiero a pseudo periodistas apegados a los grupos de poder, que buscan mal informar y mantener a la población acorralada.

Se ha construido una imagen temeraria de Chávez y se ha llegado a santificar a otros personajes que merecen, incluso ser juzgados por crímenes contra la humanidad.
Es increíble como ex presidentes como Rafael Callejas son admirados y cuando se le pregunta a la gente el por qué, contestan: porque supo robar, no le han comprobado nada, claro, en un país en donde el poder judicial esta polarizado y donde el dinero mueve influencias o como otros ponen a Roberto Micheletti como un prócer que nos libró de caer en el “macabro” comunismo.

No estoy poniendo una aureola sobre la cabeza de Chávez, solo estoy viendo los hechos como son, de frente y lo que está a la vista no necesita gafas.
Nunca habíamos pagado un precio tan bajo por los combustibles como cuando estuvimos entre los países del ALBA, hubo un gran intereses por hacer una nueva reforma agraria y redistribuir la tierra de forma justa, al igual que varios tractores que llegaron desde Venezuela para incentivar una modernización del sistema de producción agrícola en nuestro país y ser auto sostenibles y así poder alimentar las millones de almas que se van a la cama cada noche sin un bocado en el estómago. Mientras por otra parte otros apoyan a las cadenas norteamericanas de comida rápida, que no pagan impuestos, aduciendo que incentivan el turismo, cuando todos sabemos los problemas de salud que están causando estas poderosas cadenas y como han desplazado de nuestros hogares las recetas sanas de nuestros antepasados.

Esto no se trata de ideologías de izquierdas o de derechas, esto se trata de hambre, de combatir la miseria y promover el desarrollo, se trata de sentido común y de ver quiénes son los verdaderos demonios.
Ojala que nuestras generaciones futuras logren quitarse esas vendas de los ojos y podamos elegir otros caminos para empezar a construir un futuro mejor. Eso sí, sin políticas impuestas, que seamos nosotros mismos los que elijamos nuestros líderes sin colores políticos como fondo de telón.
Ojala que un papa humanista salga elegido, un papa que destine las riquezas de la iglesia a proyectos para combatir la miseria en el mundo, un papa que acepte la diversidad sexual y la igualdad de géneros.
Ojala que Latinoamérica pueda ser una sola desde México hasta la Tierra del Fuego, ojala que podamos aprovechar todos nuestros recursos de manera sostenible, mejorar nuestros sistemas de salud, de educación y vivir con dignidad.
¿Eso suena mal? ¿Eso suena como algo horrible y que atenta contra los seres humanos? Ustedes dirán…
Descanse en paz Hugo Chávez.

Toronto, 11 de marzo de 2013