martes, 26 de abril de 2011

Eso que tienen las grandes ciudades

Siempre he pensado que para conocer una ciudad no hay nada mejor que caminar por sus calles y usar el transporte público llámense taxis, buses, trenes, tranvías o metros.
Lo cierto es que esta mañana estaba cayendo sobre Toronto una fina lluvia que por instantes dejaba de ser fina y pasaba a transformarse en un fuerte chaparrón.
Me dirigía a Mont Dennis; un vecindario poblado en su mayoría por inmigrantes hispanoamericanos y del caribe.
Debido a una investigación que estoy llevando a cabo para la Universidad de Toronto, he tenido la oportunidad de conocer a profundidad las arterias de la ciudad y a las diversas comunidades que pueblan la misma.
También tengo la dicha de poder andar de norte a sur, de este a oeste y de sentirme como pez en el agua en el metro, en los buses y en los streetcars, y dentro de poco será el turno de la bicicleta, gracias a que el invierno es ya cosa del pasado.
En Toronto he conseguido no sentirme con un turista más; tal y como me he sentido en varias ciudades. No sé, pero la ciudad tiene algo que me ata a ella y que me lleva de la mano. Puede ser la multiculturalidad, los diversos colores y los distintos idiomas que vuelan por sus aires.
Hay ciudades que he llegado a amar incluso con vehemencia como Barcelona, París, Amsterdam y otras que me causan indiferencia, pero siempre he sido un turista, aunque me halla empeñado por mantenerme alejado de los grupos turísticos que marchan frenéticamente armados con modernas cámaras.
Esta mañana rumbo a mi trabajo tuve que caminar por más de media hora, sombrilla en mano y con mi nuevo descubrimiento musical ( una banda Inglesa de Rock Progresivo llamada Archive). Caminé pensando en la suerte que tengo por vivir en una ciudad como Toronto (aunque todo el panorama pareciera indicar de que estaba caminando por la lluviosa Londres).
La zona de mi investigación no es la zona mas "chick" de la ciudad, es más, es una de las zonas menos desarrolladas ( sin llegar a compararse con algún barrio de Managua,alguna favela en Río de Janeiro o alguna chabola en las orillas de Madrid).
Estoy conociendo el otro lado de Toronto y dista de sobremanera del Toronto próspero, con altos edificios forrados por pulcros cristales y en donde el denominador común es la modernidad y el progreso.
Ahora conozco los estragos que están causando las drogas duras, el alcoholismo, la violencia y la marginalización.
En fin, creo que todas las grandes ciudades poseen las mismas características, pero repito que no es lo mismo pasar de paso a convivir diariamente en una comunidad y ese es mi caso. Por fin dejé de ser un turista más y he logrado sentir que de nuevo una ciudad me vuelve a pertenecer, tal y como en un día me perteneció Tegucigalpa, sin embargo al igual que los trashumantes, que se adaptan a los distintos espacios que recorren, puede suceder que otra ciudad en el futuro me acoja en su seno.
Por los momentos me quedo con el Toronto que ofrece de todo un poco y donde los locos van a su propio paso, soñando despiertos en technicolor, me quedo con el Toronto que se viste de gris cuando la nieve se empieza a derretir y con el Toronto que sabe reír en las noches de verano.
Son muchas cosas que hacen especial a las grandes ciudades, será porque soy un animal urbano, un caminante que ama el olor a café, los improperios y el sonido del metro deslizándose por los rieles de acero al entrar en la estación.

jueves, 14 de abril de 2011

Algo que estaba pendiente

La mañana no pudo empezar mejor; café con leche, croissant con nutella y un sol que brilla con todo su esplendor.
Siete grados centígrados hacen que el día sea mas especial, definitivamente el invierno ha quedado atrás y la primavera ha llegado para hacer crecer los sueños que tanto hacen falta.
Me decidí por ir a caminar por uno de los tantos senderos que hay en la ciudad de Toronto, respirando un aire fresco y reparador.
Belt Line Trail es una antigua vía de tren en el norte de la ciudad, es sencillamente espectacular; un largo pasaje rodeado de árboles que poco a poco están recuperando su verdor, después de resistir el cruel invierno.
No queda ningún rastro de nieve y las ardillas se pasean velozmente en busca de alimentos. En fin, todo me parece un exquisito idilio que acompaña mi andar.
La música de Miles Davis hace que el paseo sea mas entretenido, cuando de pronto el pensamiento de todo lo que ha pasado en Honduras en los últimos dos años viene a mi mente.
La verdad es que los últimos dos años han sido un constante flujo de eventos, viajes y un periodo de aprendizaje y de encuentros, que de alguna u otra manera me han mantenido un tanto alejado de viejos amigos y de recuerdos que se han querido desteñir.
Recuerdo que cuando escuché la noticia del golpe de estado contra el ex- presidente Zelaya me encontraba en el Norte de Catalunya muy cerca de Francia en una zona montañosa y la conexión a Internet era toda una aventura.
Luego todo ese verano prácticamente lo pase viajando; algunos tramos en buses, otros en trenes y muchos en bicicleta, así que puedo decir que me desconecte de lo que estaba pasando en Honduras, aunque cuando encontraba una conexión a Internet aprovechaba para comunicarme con la familia y revisar las noticias.
Nunca he sentido simpatía por los nacionalismos, es más, creo que los mismos son peligrosos, pueden segar y bloquear a la observación objetiva de la realidad. Creo que me he adaptado a la perfección en los diferentes lugares donde he estado y no he sentido la necesidad de "pertenencia a una nación", quiero creer que no tengo nación y que me dan iguales las banderas y los escudos...
Hago alusión a esto ya que han salido varios patriotas, unos a favor de Zelaya y otros a favor de Micheletti ( el testaferro que solo fue una marioneta de los poderosos que dominan Honduras) banderas ondean por todas partes, ya no solo cuando juega la selección de fútbol. Si alguna vez creí que Honduras era un pueblo unido, ahora lo que ha quedado es un pueblo separado, familias enemistadas y lo mas triste de todo es que no se avizora un mejor futuro.
Personalmente, creo que ni Zelaya, ni Micheletti y ni Lobo, son la solución para la penosa situación en que se encuentra el país.
Reprocho enérgicamente el golpe de estado y aun más, reprocho la división que ha quedado en el país. Creo que muchas veces estando afuera se puede tener una visión mas objetiva y lo que mas me hierve la sangre es que todos los supuestos "lideres" llamanse Zelayas, Lobos o Michelettis están cortados con la misma tela y obedeciendo a poderes supremos.
Regreso al punto de las patrias y no me siento orgulloso de ser hondureño, no entiendo porque los seres humanos tenemos que sentirnos orgullosos por haber nacido en un determinado espacio geográfico. Esta forma de pensar me ha causado conflictos con algunos "conocidos", les digo conocidos porque no puedo considerarlos amigos, que es una palabra muy profunda y con una gran connotación.
A veces siento que cada segundo que pasa me estoy alejando mas de Honduras, pero luego pienso que nunca he pertenecido a ella y me da gusto. Me duele lo que pasa, como me duele lo que pasa en Libia, en Irak o lo que pasa con los indígenas canadienses. No tenemos que haber nacido en un determinado espacio geográfico para ser solidarios.
Honduras sigue sumida en la mediocridad, manchada por los tintes políticos y por un patriotismo que martiriza a unos y que hace héroes a otros, mientras la miseria carcome los sueños.
Tiene que haber un cambio, un cambio de mentalidad, la solidaridad tiene que surgir y nuevos lideres tienen que aparecer, pero que sean lideres apegados a la honestidad y a una linea de respeto por los derechos humanos y no esos "lideres" de pacotillas que quieren reinventar un continente cuando lo que están haciendo es enriqueciendo sus arcas.
Quiero regresar a Honduras, quiero encontrarme con algunos recuerdos y enfrentarlos de frente, pero no quiero permanecer en ella, he nacido para vagar por el mundo y para re-inventarme cada mañana que despierto...