martes, 29 de noviembre de 2011

Centroamérica está perdiendo la batalla

Una semana atrás leí en el portal de El País una entrevista con Laura Chinchilla, la presidenta de Costa Rica y la primera mujer en gobernar la nación centroamericana.
Siendo sincero, no conozco mucho sobre ella, solamente lo que wikipedia me ha regalado después de leer la entrevista que le realizó el periódico español.

La vaga investigación que lleve a cabo en wikipedia me dio como resultado aparte de la reseña biográfica, otros datos que me parecen muy interesantes; como ser que la presidenta "tica" se ha opuesto enérgicamente a la separación de la iglesia y el estado, al uso de la píldora del día siguiente, a los matrimonios entre personas del mismo sexo y al aborto.
A pesar de que estoy completamente de acuerdo con la unión de dos personas del mismo sexo, así como que las mujeres tienen el derecho a decidir si quieren tener un hijo o no y que la iglesias tienen que mantenerse al margen de los gobiernos. Me pareció muy interesante la entrevista con la primera mujer que rige los destinos de Costa Rica.

En fin, como les mencionaba antes, es muy poco lo que conozco de la primera mujer que llega a la presidencia de Costa Rica, así que no tengo el derecho de criticar su forma de gobernar, no quiero valerme de la ignorancia y emitir palabras que no tengan un sano juicio.
El solo hecho de que una mujer ha llegado a la presidencia de cualquier país me llena de satisfacción, porque creo en la igualdad de géneros, en la diversidad y en la caída de los estereotipos, aunque no necesariamente comparta las mismas ideas.

Pero volviendo a lo que me trajo, hasta donde ahora me encuentro, es la entrevista realizada por El País.
La señora Chinchilla afirma que el tráfico de drogas esta ganando la guerra en toda Centroamérica y dejando a su paso un mar de sangre en la región; cosa que comparto totalmente.

También afirma que, el gran problema sigue siendo el no elevar esta batalla al ámbito global, que se convierta en prioridad de organismos multilaterales: así como se hizo con el terrorismo, que lo hagamos con el narcotráfico y revisemos en profundidad las políticas, muchas de ellas fracasadas.
Lo cierto es que el narcotráfico se ha convertido en una pesadilla en el istmo Centroaméricano y no creo que ni con toda la logística habida y por haber se puede frenar; mientras exista una demanda existirá una oferta, eso es tan claro como dos más dos es cuatro.

En este caso la mayor demanda viene desde los Estados Unidos, el principal consumidor de drogas del mundo, drogas que van desde una simple aspirina hasta una piedra de crack.
La verdad es que millones de centroamericanos están perdiendo la vida, para que la cocaína y heroína entre otras drogas lleguen a su destino final, los Estados Unidos y Europa.

En lugar de afincar bases militares en los países Centroaméricanos y de dotar con poderosos radares que son capaces de detectar aviones y submarinos, pienso que las naciones poderosas deberían de hacer una minuciosa radiografía del por que sus ciudadanos están consumiendo tantas drogas y de como las gigantescas industrias farmacéuticas hacen millones y millones fabricando las llamadas "drogas suaves", que son vistas con buenos ojos.

Siguiendo con la entrevista de la presidenta de Costa Rica, me ha llamado la atención cuando el periodista de El País le pregunta si Costa Rica esta en desventaja en la lucha contra el narcotráfico al no contar con un ejercito como el resto de países centroamericanos. Ella afirma que "dicho problema hay que tratarlo con inteligencia y no con mano dura".

Costa Rica en lugar de contar con un ejército, apostó en el pasado con invertir en educación y en salud y es el ejemplo más visible que apostó por lo correcto. No como sus vecinos que apostaron a engrosar un enjambre de militares, que han creado el pánico y la miseria en la región.
Esos mismos militares, auto llamados defensores de la soberanía son las mulas de los narcotraficantes, los propulsores de desapariciones y autores intelectuales de tantos golpes de estados.
Costa Rica desde siempre ha sido una isla en la región, que se ha mantenida salva de golpes de estados, sin guerras civiles y con mejores estándares de vida. Me preguntó ¿Qué suerte hubieran corrido los "ticos" si como sus vecinos hubieran apostado por un ejército? Creo que la respuesta es obvia.

Centroamérica, no solo esta perdiendo la guerra contra los narcotraficantes, también esta perdiendo la guerra contra la miseria, contra la impunidad, contra el derecho a tener una educación de calidad y contra la violación a los derechos humanos.
Mientras todo eso pasa "lideres" populistas hacen su aparición, valiéndose de la ignorancia de las personas y vendiendo falsas esperanzas con tal de eternizarse en el poder.
El narcotráfico es solo la punta del iceberg de tantos problemas, que son el verdadero reflejo de nuestras sociedades.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Esos Kilómetros

Son las siete de la mañana, el sol poco a poco va apareciendo y cuando abro la puerta un gélido viento me congela los huesos; a pesar que tengo el equipo adecuado para enfrentarme a los siete grados negativos que imperan en el ambiente.
Pero nada es suficiente, aunque tuviera una gruesa frazada de lana en mi cuerpo lograría calentarme. La respuesta es empezar a correr, mover los músculos lo más que se puedan y marcar un paso rápido para entrar en calor, eso es lo que hago y pasan cinco, diez, quince y veinte minutos, y el calor corporal no aparece, a pesar de que estoy marcando el paso cada vez más rápido.

El frío cruza mis guantes y los dedos de mis manos parecen que van a explotar, ni hablar de todo mi cuerpo. La música que me acompaña en mi frenético andar me hace elevar las revoluciones al igual que los otros correderos que me encuentro en el camino.

El sol por fin ha aparecido y después de treinta minutos mi cuerpo poco a poco, empieza a entrar en calor. Los minutos van pasando y los menos siete grados pasan a solamente ser un cero, aunque de vez en cuando se deja venir un tormentoso viento que trae de vuelta la temperatura a lo más minino.

Llega un momento que la vista se nubla, ahí es cuando aparece el vital liquido, que por una fortuna divina no se ha convertido en hielo. Todo es mejor después del agua y la visión recupera su claridad.
Luego el tiempo va pasando y mis sentidos se entregan por completo al devenir de transeúntes, de coches, de paisajes, de las hojas que caen desganadamente desde los árboles, que al mismo tiempo se están preparando para descansar durante el invierno.

Todo es un espectáculo quedo y sereno, en donde mi mente encuentra sosiego y esa dosis de espiritualidad que me dan las pisadas que marco al andar.
Llega entonces el momento en que las piernas se empiezan a debilitar y ya el frío es un asunto del pasado.

Tengo que ver mi reloj para darme cuenta del tiempo, que se ha perdido en un vaivén rítmico.
Emprendo el regreso a casa, con la única convicción de encontrarme con una humeante tasa de café y con las ideas más claras, con otra visión de mi realidad y de la realidad de los demás.

Puedo afirmar que correr ha salvado mi vida, se ha convertido en una sana adicción, que no le importa el inclemente invierno canadiense o el fulminante sol de verano. Solo importa la libertad de andar, de escuchar las palpitaciones del corazón y de conocer tu cuerpo, tu alma y fortalecer tu mente.
¿Y saben que es lo mejor de correr? No cuesta nada, es gratis, al igual que lo son nuestros sueños.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El regreso a casa

Han pasado tres años y dos meses desde que despeje del aeropuerto Villeda Morales de San Pedro Sula, con las maletas cargadas de ilusiones y dispuesto a vivir cuanta experiencia que fuera posible.
Y desde aquel entonces, ha sido así, quizás tal y como lo imagine. Estos tres años han sido un cúmulo de nuevas sensaciones, un encuentro incansable con tantas aventuras que no tienen explicación.
En el camino he encontrado personas maravillosas, amigos que van desde Brasil a Palestina y de los cuales he aprendido que lo único que importa es soñar, reír y amar.
España me recibió al mismo tiempo que una enorme crisis asomaba su paso en toda la península Ibérica, pero a pesar de los miedos, de la desazón que causa las caídas de las bolsas, los rostros humanos fueron más que los rostros con disfraces.
Asumí el cambio como cuando un niño aprende a caminar, dí tumbos equidistantes y me tropecé en tantas bancas de las innumerables plazas que recorrí, hasta que comprendí que otra vida había empezado para mí. Y ya no solo se trataba de mí, sino que al fin tenía alguien a mi lado, para recorrer juntos los caminos de este mundo.
España fue el comienzo de un renacer, de un encuentro con otro ser. El momento de dejar atrás los pasados desolados e inconclusos llegó.
Catalunya, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, entre otros, son piezas de un eterno rompecabezas que poco a poco estoy completando. Es un rompecabezas con millones de fragmentos, que a su vez sirven de recuerdos y de lecciones de vida que pretenden eso; enseñarme a vivir de una manera diferente.
Ahora la realidad se llama Canadá, que desde ya me pertenece, tal y como al final sentí que me perteneció España.
Sigo empeñado a no darle méritos a las banderas y a los escudos, a las religiones, a los dioses y a si es blanco o negro, prefiero el azul. Amo la libertad que tenemos los seres humanos de elegir y la oportunidad maravillosa de empezar de nuevo y de dejar el pasado atrás.
Ahora se viene el regreso a Honduras, solo terminó de escribir esas últimas lineas y las pulsaciones del corazón se acrecientan.
Viene el regreso hacía lo que un día deje; ciudades, amigos, cafés, historias y una monotonía que casi me vuelve loco.
Las sensaciones son múltiples, algo que me resulta exquisito, aunque también me aterra.
Creo que los regresos son más difíciles que las partidas.
Recuerdo muy bien, en una de nuestras conversaciones con Marta y Martim (dos entrañables amigos) en su piso de Castellón, hablando sobre los regresos. Ambos regresaron a Brasil, después de haber andado por tantos lugares para finalmente quedarse en castellón.
Al llegar a Brasil se encontraron que sus mentalidades habían cambiado, que las amistades de antaño ya no llenaban como antes lo hicieron y que ya no pertenecían a aquel mundo. Aunque lógicamente también encontraron amigos, que con los cuales las cosas siguieron igual que antes.
Lo cierto es que da miedo, encontrarse nuevamente con una realidad que ha dejado de ser mi propia realidad, aunque algo me dice que también me pertenece, pero que lastimosamente nunca pude encontrar nada en la misma.
No es mi intención hacer un ensayo barato de filosofía rebuscada, solo que las expresiones salen así. Y tal y como me pasa cuando escribo, no limitó nada y dejo que toda salga como quiera salir.
A un mes de viajar a Honduras, los nervios se aceleran, los encuentros ya no se pueden postergar y la bendita familia aguarda, como un nuevo comienzo, como una oportunidad de renacer y de hacer las paces de una vez por todas.
El olor a mar caribe esta ahí, a la vuelta de la esquina, las calles quebradas, la mirada de mi madre, el aroma a café de la tarde, los surcos en la frente de mi padre, los ladridos de lo perros callejeros y todas las cosas irreales que hacen real una fantasía.