jueves, 11 de junio de 2009

La ciudad sabe a furia

Los vidrios se rompen con los gritos pobres del amanecer,
La marea se altera con los vientos huracanados de los coches;
Que pasan por las vías de concreto, como bolas de fuego.
Se escuchan gemidos, promesas falsas de amor, la mentira
Emerge desde un pantano y la noche que tarda por venir.
Es mejor quedarse en la cama, esperando que la densa humareda pase,
Es mejor jugar a estar muerto, es mejor mantener los ojos cerrados,
Para no ser testigo de la podredumbre, de la insipiente inteligencia humana,
Del descaro de estar vivo, de manejarse por la autopista de la rutina día a día,
De besar labios fríos, que no te dan cobijo, que te atan de ambas manos y que
Luego te arrojan por el precipicio de la eterna ciudad.
No hay salida, los sueños pierden su norte, no hay una brújula que sea capaz
De hacernos retomar el curso correcto,
Todos marchamos hacia el desfiladero, hacia el final del camino y tú que no vuelves a casa,
Tu, que te escapaste del calor de mi cama, para nadar desnuda por el mar de la realidad.