El verano del 2009 ha sido quizás el verano más significativo en mi vida
y la culpa la tuvo una maravillosa aventura llamada Mas Franch.
Cuando vivía en Honduras
escuchaba hablar del verano en alguna película y no entendía a que se referían
o el porqué de tanta importancia.
En Centroamérica siempre es verano, no entendemos ese concepto de cambio
de estación, a no ser por algún frente de frío, huracán o tormenta tropical que
nos saca de la rutina por un par de semanas, pero, luego todo regresa a la
normalidad y el sol reina nuevamente en el cielo.
El caso es que mi primer invierno fue toda una experiencia y todavía está
presente en mí, el frio en el piso en Castellón de la Plana; hacia más frío
adentro que afuera. Recuerdo cuando salía el sol y aprovechaba para sentarme en
alguna banca de las tantas plazas a calentarme un poco. Puedo asegurar que he
pasado más frío en España que en Canadá, donde todo cuenta con calefacción e
insolación apropiada.
Ese 2009 cuando llegó la primavera, fue el día más feliz de mi vida y me
contagié de los olores frescos de la misma. Sin embargo, era el momento para
tomar decisiones.
Si no fuera por la escasez de dinero, puedo asegurar que la vida de
estudiante es la mejor de todas. Pero, no todo puede ser perfecto y los
recursos en los dos años en que vivimos en España lograron resistir hasta el
final de nuestras aventuras gracias a la creatividad y al ingenio.
Llegamos a España justo en el momento es que la crisis económica había
explotado y no fue nada fácil.
También estábamos en nuestro primer año de casados, lejos de nuestras
familias y en mi caso particular, experimentado por primera vez lo que es vivir
en otro país.
Shoshannah ya tenía experiencia de sobra; es más, es un caso formidable
de multiculturalismo: madre canadiense, padre estadunidense y nacida por esas
cosas del destino en Honduras. Luego sus pasos se trasladan a Canadá, los
Estados Unidos, Australia, viajes por Asia y Centroamérica, hasta regresar a
Honduras, el país en que nació.
Para mí, era todo lo contrario, siempre soñé con viajar, con conocer
otras culturas, otros idiomas, pero, mi experiencia internacional se limitaba a
un par de viajes por Centroamérica, nada del otro mundo.
Hay en Honduras un dicho muy popular -No es lo mismo verla venir a
hablar con ella-. Y así me pasó a mí.
Llegué a España siendo un ser inseguro de mí mismo, todavía con varios
prejuicios, resistiéndome a los cambios y cabeza dura, aunque pensaba que era
todo un cosmopolita. Lo cual resultó ser una absoluta mentira.
Creo que si superamos esos primeros meses con Shoshannah en España,
podemos superar cualquier situación, aunque a veces me pongo necio y testarudo.
El proceso de adaptación fue sumamente difícil y por varios meses me encerré
en mí mismo y la cosa no fue para nada bien.
Sumado a esto el primer invierno, la ausencia de los amigos y de la familia,
el ambiente hostil debido a la crisis económica y el estar viviendo en un mundo
tan distinto al que estaba acostumbrado, al final todo esto terminó cobrando la
debida factura, dejando amargura y esos putos arrebatos del humor que siempre
me persiguen.
El invierno terminó y la primavera fue tan corta, las noticias no daban
buenos augurios para España y todo el país caminaba con el fantasma de la
crisis en sus espaldas.
Shoshannah pudo conseguir un trabajo con la empresa con la que trabajaba
en los veranos en Canadá y los Estados Unidos. Es una empresa que hace tours en
bicicleta a nivel mundial.
Iba a estar trabajando en Francia y Holanda, y yo no tenía la intención
de quedarme en Castellón, un pueblo desierto en el verano.
Con el impulso de Shoshannah empecé a buscar trabajos de verano. No era
el momento para aquello, el factor crisis sumado al hecho de ser un inmigrante,
me hizo imposible encontrar un empleo.
Entonces, recordamos una charla con un amigo, que había hecho un Woofing
en Catalunya.
Woofing es una organización internacional, que se encuentra diseminada
por todo el mundo. Es una manera para conocer otras culturas a cambio de
trabajar voluntariamente en proyectos que pueden ir desde huertas orgánicas,
proyectos de permacultura y bio-construcción, todo haciendo referencia al medio
ambiente, pero, teniendo como punto de partida los valores sociales y
sostenibles.
Apliqué a un par de sitios, en Francia y Catalunya, buscando estar cerca
de Shoshannah.
En dos días me contestaron diciéndome que me aceptaban por el tiempo que
quería en un proyecto llamado Mas Franch. Le di un vistazo al sitio web de la organización.
Siendo honesto no tenía conocimiento alguno de permacultura, bio-construcción o
de huertas. Pero, era el momento de arriesgarse y de hacer algo diferente.
El verano llegó con todo su esplendor y no quedó de otra que tomar el
tren.
Viajamos juntos de Castellón a Barcelona y nos despedimos en la estación
de Sants. Shoshannah seguiría hacia Francia y yo me quedaba a unos cuantos kilómetros
de Barcelona, para ser más específico en las afueras de un pueblito de algunos
dos mil habitantes, llamado San Feliu de Pallarols, enclavado en el corazón de
la comarca de la Garrocha. Un lugar sencillamente de ensueño, de esos que se
miran en las películas medievales.
Me perdí por dos horas buscando el lugar, caminé por caminos de
herraduras, con mi mochila a hombros y un sentido de ubicación que había
fallado por completo.
El sol poco a poco se iba escondiendo y el miedo que ya sentía empezó a
acrecentarse, hasta que los focos de una furgoneta me alumbraron la cara y
escuché que alguien mencionaba mi nombre.
Se trataba de Gusy, un voluntario del proyecto que venía en mi búsqueda,
asumiendo por la demora que me había perdido. Me dijo que no era el primero y
que no sería el último en perderme con una sonrisa picaresca.
Me subí en la furgoneta y me sentí estúpido, porque estaba tan cerca del
lugar. Diez minutos en coche bastaron para llegar a donde tenía que llegar.
Me recibió Erika, la pareja de Gusy y al igual que Shoshannah todo un
mapamundi cultural; mejicana por nacimiento, con madre canadiense con
descendencia irlandesa- italiana y padre peruano.
Me explicó el funcionamiento de la organización, que es un colectivo
social, una cooperativa que busca ser un agente de cambio en la comunidad, llevando
a cabo numerosos proyectos, teniendo como principal objetivo el respeto por el
medio ambiente, la diversidad cultural y las ideas.
Me moría del hambre después de caminar por dos horas y al parecer había
llegado justo a la hora de la cena. Ahí conocí a Juan, todo un personaje, actor
de teatro que había dejado su carrera en Argentina para encontrarse a sí mismo
y había terminado en el Mas Franch. Me preguntó que sabía hacer a lo que
contesté con la verdad y un poco de pena -no mucho-. Y Juan me contestó -
tranquilo, estas en el lugar indicado, dándome una mirada de complicidad. A la
cena se sumaron Thomas, un chico belga y Silvia una chica suiza, ambos
voluntarios.
Desde pequeño la inseguridad ha sido una constante en mi persona, hasta
el día de hoy, con más experiencias de vida, siempre hay momentos donde me
siento intimidado y con muchos miedos.
Ha sido un gran reto dejar todos los miedos atrás, principalmente el
miedo de hacer mal las cosas y de defraudar a los que confían en mí.
En aquel momento estaba aterrorizado, sin saber a qué me enfrentaría y
todos los sueños de aventura que desde niño había tenido, estaban resultando
ser toda una pesadilla (no es lo mismo verla venir que hablar con ella). En la
cena me hicieron varias preguntas y sencillamente no estaba acostumbrado a
compartir con gente tan diversa, y quería sonar inteligente, coherente e
interesante. Todo debido a la dichosa inseguridad.
Luego, me di cuenta que en el Mas Franch no importaba lo inteligente, lo
coherente y lo interesante, todo lo contrario, era el espacio perfecto para ser
quien verdaderamente se es, sin mascaras ni ataduras.
Me quedé más de un mes en el Mas Franch, trabajando en bio-construcción,
ayudando en la cocina, aprendiendo sobre permacultura y lo más importante de
todo, siendo yo mismo, con mis miedos y mis inseguridades por fin expuestas.
Compartí con gente que me cambió para siempre, gente a la cual siempre
le guardaré un enorme respeto, por haber dejado todo atrás por entregarse a lo
que aman.
Salí del Mas Franch lleno de experiencias nuevas con destino a Holanda
para encontrarme con Shoshannah y para hacer un viaje en bicicleta, del cual algún
día escribiré.
Pasé el mejor de los momentos en aquella Masía del siglo XVIII y me fui
con la convicción de que regresaría y así fue, el siguiente verano regresé al
Mas Franch y al igual que antes, encontré personas sensacionales, que me marcaron
y que me enseñaron a seguir soñando sin importar que muy a menudo el mundo
material nos amarre a lo superficial.
Ahora que me encuentro viviendo en un mundo tan dado y sirviendo intereses
ajenos, me escapo y vuelvo a aquellos días del sol en la Garrocha.
Sé muy bien que esta vida que estoy llevando no durará para siempre, sé
muy bien que tengo que recuperar los sueños y luchar por ellos, tal y como me
lo enseñaron en el Mas Franch.
Desde aquel verano del 2009 mi vida no volvió a ser la misma y doy
gracias por ello.
De aquella
experiencia, me quedó un grupo de amigos que deambulan por los rincones de este
mundo y un cúmulo de historias que algún día terminarán siendo una novela.
Toronto, 17 de diciembre