“El verano por fin llegó a Toronto, aunque un poco tarde y con mucha
lluvia. Sin embargo, el termómetro ha subido hasta los cuarenta grados y la humedad
se ha hecho presente en el ambiente. Me recuerda mucho al calor que hace en San
Pedro Sula donde las ropas se pegan a los huesos.
Las últimas semanas he estado un tanto ausente del blog, aunque sigo
teniendo un montón de ideas en la cabeza, a veces me pasa, que me cuesta mucho
poner las mismas en orden y escribir sobre algo en concreto, así que siempre
termino mezclando varios sucesos. Sin duda alguna fue una gran experiencia y esta mañana entre tantos correos que tengo que contestar, entre la neurosis de mis jefes, entre las presiones que tenemos los inmigrantes de trabajar el doble para mostrar que "valemos" y entre esa infinita lucha de querer hablar a la perfección un idioma que no es el materno y de sentir una apuñalada cuando se percibe en las caras de las personas que no te entienden porque has pronunciado mal una palabra o porque tu acento es diferente.
Entre todo esto, he decido
escribir esta columna, para librarme un poco de tantas cosas y de antemano
sabiendo que escribir me hace tan bien. Hoy mi realidad es otra,
paso ocho horas al día sentando enfrente de una computadora y literalmente
pegado al teléfono. Mi trabajo consiste
en transmitir la información que me envían dese Perú a mis jefes en Canadá, los
cuales invirtieron en la construcción de un hospital privado en Piura, una
ciudad que ha crecido como la espuma al norte de Perú, muy cerca de Ecuador.
Hace tres años que llegué a
Canadá y desde ese entonces he estado
metido de lleno en varios proyectos sociales en la comunidad, trabajando con
refugiados y con inmigrantes, así como haciendo varios voluntariados en
diferentes organizaciones. Sin embargo, nueve meses atrás me tire a esta aventura de las
comunicaciones internacionales y el cambio ha sido brutal. Estoy viviendo en un
mundo basado en la producción de capital, muchas veces sin importar como se
logre ese objetivo o mejor dicho: sin importar cuales son los medios para
alcanzar el ‘éxito’ económico.
El inmigrante es como el camaleón,
tiene que cambiar de color, adecuarse a lo que venga y no decir ‘no’ a lo que aparezca en el camino y en
resumidas cuentas aprender de cada experiencia. Últimamente me he estado
atormentando pensando en el futuro, preguntándome ¿para que estaré hecho? Creo
que esta ha sido mi disyuntiva desde que tengo uso de razón. Desde las últimas
semanas he estado naufragando en aguas no tan diáfanas y dándole vuelta a la
misma pregunta ¿qué voy hacer con mi vida? Creo que eso nos pasa a todos los
idealistas, a aquellos que no aceptamos las cosas como son dadas y que nos
gusta vivir al filo de la navaja, aunque en momentos como este la premisa de lo
que está más allá del mañana nos corte la respiración.
Trato de apegarme a la idea
de todo lo que hago es pasajero, experiencias de vida y que nada dura para
siempre, aunque resulta sumamente difícil, más cuando se llega a una edad en la
vida donde la dichosa estabilidad empieza a tocar la puerta. Muchas veces
mantener los sueños vivos resulta complicado, especialmente en este mundo
desalmado, donde lo que dicta las pautas es lo material y el egoísmo, dejando
atrás lo colectivo y el bienestar común.
En esta ensarta de pensamientos,
entran los libros que leo y las líneas que escribo, en síntesis, entra todo lo
que tenga que ver con la literatura, con las letras y con el arte de contar
historias y de expresarse a través de las palabras. Creo que si no escribiese
estuviese perdido y a lo mejor mi vida no tendría sentido, aunque muy a menudo
me enfado con mis personajes, maldigo por no poder encontrar el inicio de una
historia o me hago un lio en ese intento
por mezclar la ficción con la realidad.
Aquí viene la pregunta del
millón ¿Estaré hecho para ser un escritor? Aunque he escrito tres novelas que
no han salido de la clandestinidad del disco duro de mi computadora y que no se
han enfrentado al lápiz de algún editor. Solo sé que escribir me hace sentir
bien y trato de despejar las dudas sobre si tengo o no tengo talento, porque al
fin y al cabo, nadie es nadie para decir lo que está bien o lo que está mal.
El sol golpea fuerte y a
través de la ventana de mi oficina puedo observar lujosos coches aparcados y
del otro lado una carretera desolada y varios complejos industriales. Quisiera
poder brincar por la ventana, montar mi bicicleta y pedalear hacia el centro de
la ciudad a disfrutar de los colores del verano y los rostros de la diversidad,
esos rostros que solo se pueden ver en Toronto.
En este instante hago un
paréntesis, cierro mis ojos y recuerdo que hace cinco años atrás firmé un papel
para unirme a un ser majestuoso y maravilloso en matrimonio, el papel resultó
ser lo de menos, fue un requisito que es puesto por los seres humanos, que
muchas veces se obsesionan con darle tantas formas a las cosas, olvidándose que
la verdadera felicidad radica en la simpleza.
Fue una maravillosa tarde
de verano, con un sol que invitaba a soñar, cuando después de una breve
ceremonia sellamos con Shoshannah lo que ya sabíamos: que queríamos compartir
nuestras vidas y caminar juntos los caminos de este mundo. Cinco años han
pasado desde aquel día y aquí estamos, todavía soñando y buscando nuestro sitio.
No habrá celebraciones
especiales, a los dos nos gusta mantenernos alejados de los tradicionales
clichés, quizás el sábado vallamos a caminar por las calles de la ciudad, quizás
tomemos un café por ahí, a lo mejor nos perdamos en alguna librería y cenemos cierta
comida étnica que tanto nos gusta, ya sea comida etíope, koreana o india, por
mencionar algunas delicias culinarias que se pueden saborear en la ciudad.
Nuestra verdadera
celebración será el próximo fin de semana cuando nos vallamos por cuatro días
en un viaje en canoa por uno de los tantos parques provinciales que hay en Ontario y en
los cuales se encuentra dicha y paz.
Tal y como lo decía antes,
he terminado mezclando lo que escribo, siempre pasa lo mismo, no me puedo
mantener en una sola línea y termino saltando por distintas ramas. Espero que
ustedes, mis estimados lectores me sepan entender y perdonen este peculiar
estilo de contar las cosas; total, que solo escribo, porque me hace tan bien”.