jueves, 26 de agosto de 2010

Hojas y sombras

El dialéctico camino que caminé cuando era un niño
se transformó en un pantano pictórico; para mi gusto
demasiado colorido y sobrecogido por las sombras de un millar de inviernos.
Las hojas que devoré insensiblemente cuando mis sueños no apuntaban
más allá de la nariz, se volvieron cenizas inhumanas apartadas de la irrealidad y revestidas por realidades que se acongojan con el día a día en una ciudad,
donde la melancolía juega a su propia voluntad su partida vacía, carente de manos tibias que trastoquen las manecillas de un reloj estéril, que se olvidó de dar las diez y que cada mañana llora en un intento fallido por amar lo que ya fue.