“Desde que era niño tenía claro que quería ser escritor. Aunque también quise ser bombero, futbolista profesional y en el peor de los casos bailarín.
Todavía recuerdo mis coreografías cuando tenía seis años, bailando canciones de Miguel Bosé para mi madre y mis hermanas, pero, el baile nunca se me dio, al igual que la carrera de apaga fuegos o la de futbolista profesional, entre otras cosas que quise ser.
Con el transcurso de los años varias inquietudes han venido apareciendo y he ido descubriendo otros mundos. Las he hecho desde maestro, hasta trabajador social, pasando un tiempo en una cocina comunitaria, para luego proseguir en el mundo de las traducciones e interpretaciones, y ahora me las veo sentado en una oficina demasiada pulcra para mi gusto por ochos horas al día enfrente de la computadora.
Cuando he estado desarrollando diversas tareas y a pesar de haber tenido momentos de flaqueza, de dudas y de frustración, siempre he tenido claro que las letras y los libros son mi verdadera vocación, y que todo lo que estoy haciendo es exclusivamente para pagar las cuentas y por si se quiere ver de esta manera: para ganar experiencias, porque en esta vida hay que saber de todo un poco, no hay duda de eso y muy a menudo la actitud y el positivismo abren muchas puertas.
Mi apego a la imaginación viene desde que era muy pequeño.
Yo fui uno de esos niños que crecen solos, así que tuve que ingeniármelas para entretenerme por mi propia cuenta; inventé personajes imaginarios y le di vida a mis fantasías para apalear mis soledades.
En la adolescencia desalmada empecé a escribir mis primeros poemas para vengarme de todo lo que odiaba en aquellos entonces (por cierto odiaba muchas cosas) A los veinte, empecé a escribir mis primeros cuentos, a los veinticinco terminé mi primer remedo de novela y que me libró de un desamor y de una profunda depresión.
A los treinta terminé lo que puedo catalogar como mi primera novela “decente”, que me hizo hacer muchas paces con mi pasado y entender mi presente.
Con mis treinta y tres recién salidos del horno, estoy metido en una nueva aventura, en un nuevo relato y tal como suele suceder; me encuentro emocionado, como un padre primerizo. Aunque llegarán momentos de frustración, de esa fuga inspirativa y de un ciclo repetitivo de hilos conductores, que estarán cerca de volverme loco, pero, que al final terminarán encontrando los ejes centrales.
La carrera de escritor puede ser la más fantástica y a su misma vez la más injusta, no hay un punto medio entre la realidad y la ficción y casi nunca se reciben frases como las de “buen trabajo” o “me gusta lo que escribes”.
La diferencia de ser un escritor a ser un pintor, es que los libros son más intangibles (el menos hasta que no se hallan publicado) en cambio un pintor pinta un cuadro o un caricaturista dibuja una caricatura y la prueba está ahí, visible ante el mundo, en cambio las letras, es otra historia, se tienen que cristalizar en un formato y el proceso nunca puede llegar.
No me gusta hablar de escritores buenos o malos, o de pintores buenos o malos, creo que el solo hecho de crear algo merece respeto, pero, para que un libro vea la luz, es un camino de espinas, todo un proceso que puede durar años y años, incluso décadas y el lector puedo decidir en cinco minutos con una soberanía eterna que lo que está leyendo y lo que ha llevado años para salir a luz pública, simplemente no sirve y ahí quedan los libros olvidados en algún armario.
Hay millones de escritores anónimos que nunca verán la luz al final del túnel y sus escritos se quedarán en la frialdad de algún disco duro o impresos en algún triste papel, sin nunca ser leídos. Eso me parece tan triste e injusto, quizás inhumano; otros se quedarán en el camino y abandonaran las letras para siempre, abatidos por la frustración de no poder publicar (espero no ser uno de ellos) otros simplemente seguirán escribiendo, porque escribir es la perfecta salida de los mundos vacíos en que vivimos.
Entre tanto y tanto este blog me mantiene respirando, consigo apalear emociones y seguir a flote.
Consecuentemente, la pregunta del millón no tarda en llegar ¿conseguiré publicar algún día? La pregunta está en el aire y solo el tiempo tendrá la respuesta.
Creo que no puedo vivir sin escribir, es un reclamo del alma, pero, como todo escritor, mi ilusión es ser leído y poder tocar un libro parido por mi imaginación. Creo que ese sería el cenit de mis anhelos e ilusiones.
Me alegra de sobremanera porque Latinoamérica está pariendo una nueva era de escritores jóvenes, que poco a poco están andando por el camino labrado por los precursores del boom, llámense García Marques, Cortázar o Vargas Llosa.
Una nueva era de escritores está naciendo y se han despojado de tantos preceptos dados y están encontrando nuevos estilos.
Ya no se tiene aquella idea que la literatura es asunto para viejos con enormes gafas y con abundantes barbas.
Ahora, la nueva camada se reúne en cafés contemporáneos, hablan de tecnología, de comida orgánica, son más conscientes de lo que consumen, del medio ambiente, aprenden idiomas, viajan por el mundo, se opina sobre los cambios socio-políticos, de igualdad de géneros y del derecho a poder casarse con el sexo que sea, en síntesis; se está más abierto a los cambios que las sociedades están experimentando.
Pero, a pesar de la revolución de las telecomunicaciones y del acceso a la información, siguen existiendo fronteras y prejuicios, que tienen que caer de una vez por todas.
Todos los creadores latinoamericanos a pesar de tener estilos narrativos diferentes, no nos podemos divorciar de la realidad y de las injusticias sociales, creo que por eso somos un género especial de literatura.
Personalmente, soy un ferviente admirador de la vanguardia y me gusta cuando lo tradicional rueda por un precipicio y aparece lo distinto, y creo a ciencia cierta que este es el momento de la literatura latinoamericana y el momento de reivindicar de una vez por todas nuestro idioma español, cada vez más hablado en todo el mundo.
Los escritores latinoamericanos nos estamos despojado de lo académico y hemos caído a la realidad que tenemos enfrente de nuestras narices, matizándola con ese exquisito surrealismo tan característico en nuestra cultura.
La semana pasada recibí un cuento de un buen amigo de Honduras, que al igual que yo tiene ese gusanito literario haciendo eco en su mente y después de leer el cuento, comprobé lo que siempre he sabido; hay una nueva vertiente creativa en Honduras y en toda Latinoamérica, una vertiente que llega a enamorar y que deja un buen sabor de boca. También, que se despoja de paradigmas y que tiene un tinte alternativo.
Semanas atrás navegando en internet me encontré el blog de Fabricio Estrada (Bitácora del Párvulo) poeta, intelectual y fotógrafo hondureño, llevándome una agradable sorpresa.
Fabricio, al que desafortunadamente no he tenido el placer de conocer en persona, hace un despliegue de sentido común en su blog y ni hablar de las fotos que tocan el alma de cualquiera.
No solo se trata de literatura; nuevas tendencias musicales estan apareciendo, el cine se atreve a explorar otros terrenos y el diseño gráfico está llegando a otros niveles.
Creo que la necesidad nos hace tener un espiritu de sobrevivivencia y desarrollar la creatividad de una manera singular, muy a nuestro estilo, teniendo por banderas la espontaneidad y el valor de querer contar al mundo tantas verdades e injusticias.
Para terminar, quiero proclamar el derecho irreverente que todos los seres humanos tenemos para soñar y ¿quién sabe? espero algún día poder dedicarme exclusivamente a lo que amo de verdad: a escribir y a soñar con otras fantasías, pero, siempre partiendo de la realidad en que me tocó nacer y comprometido con luchar por un futuro más prometedor”.
Toronto, 29 enero 2013
vicerin@gmail.com
miércoles, 30 de enero de 2013
jueves, 17 de enero de 2013
Arriba la Bici
"Sin duda alguna cada vez más personas están usando la bicicleta en las grandes ciudades. Creo que al final, el mundo se está dando cuenta que tenemos que cambiar nuestros estilos de vida y ser más activos.
En Toronto, la cultura de la bicicleta ha crecido notablemente y a pesar
del duro invierno, muchas personas usan las bicis para llegar a sus trabajos,
dejando los coches aparcados en las casas.
En el verano varias calles de la ciudad están repletas de bicicletas, a pesar
de este fenómeno el ayuntamiento de la ciudad está quitando algunos carriles de
bicicletas, para expandir las carreteras.
Desafortunadamente, en Toronto es otra historia al igual que otras
ciudades norteamericanas, el coche es más que un medio de transporte, es parte
de la cultura y símbolo de orgullo.
También está el elemento de que las grandes compañías que fabrican
coches han vendido la imagen del poder y de la comodidad que estos representan, dejando al transporte público relegado.
Ni hablar de la salud, no se camina ni para llegar al café que está
cruzando la calle y los casos de obesidad se han disparado de una manera dramática.
Las ciudades norteamericanas han sido concebidas pensando en los coches y en la
"comodidad". Se maneja a todos lados y para todo. Pero, he percibido
que poco a poco la mentalidad está cambiando, especialmente en las grandes
ciudades, donde lo cosmopolita se está anteponiendo a la tradición.
Las autoridades construyen más autopistas o expanden las ya existentes
para hacer el tráfico más fluido, pero, nada está funcionando, cada vez el tráfico
es más ensordecedor y las personas pasan más tiempo sentados en sus coches que
siendo activos y se está pasando la factura; más enfermedades, trastornos
mentales, estrés y menor calidad de vida.
Las pequeñas tiendas locales han sido desplazadas por gigantescos
almacenes donde los empleados son solamente una X más en la ecuación de producción.
La bicicleta proclama todo lo contrario, es lo ínfimo, la sencillez el
minimalismo y la optimización de todo lo material que ya tenemos en nuestras
vidas.
Tengo todavía en mi cabeza las imágenes de Ámsterdam, de esa ciudad que
late y que vive a un ritmo acelerado, donde todo el mundo se mueve en
bicicletas; hombres de negocios en sus trajes, madres que llevan a sus hijos a
la escuela, ancianos, estudiantes, etc.
En Toronto, pagando un coche estándar al mes, más el seguro, mantenimiento,
combustible y parqueo no cuesta menos de $800 al mes, $9,600 al año, sumado el
estrés y la falta de actividad física. No hace falta ser un genio en
matemáticas, para darse cuenta que la perdida es más que notable.
No estoy pidiendo ser un ciclista extremo, uno de esos que juega su vida
cruzando coches y tranvías, solo pido que un domingo de verano se venza el
tedio y la rutina del coche, que se suba a una bicicleta y verán que otro mundo
es posible, un mundo más tranquilo y lento, pero, que al mismo tiempo se mueve,
al ritmo que nosotros mismos deseamos".
Toronto, 17 de enero, 2013
jueves, 10 de enero de 2013
La Parsimonia De Un Simple Adiós
"La puerta
esta entre abierta, una breve ranura me permite ver adentro de la
habitación y todo es caos; libros desparramados, hojas color amarillo
atiborradas de letras con una caligrafía inconclusa. Puedo ver un diccionario
francés-español y una guía de viajes de Francia, mas específicamente de Paris.
Tengo ganas de
entrar a la habitación, pero, me abstengo, en un intento claro por no encontrar
algo que no deseo. Deje la puerta tal y como estaba, entreabierta y me voy a la
cocina a preparar un café.
Preparo el
café en la vieja cafetera italiana y me entretengo viendo por la ventana.
El paisaje que
tengo afuera no es el más alentador, una densa neblina reina en el ambiente y
es más que evidente que en un par de minutos comenzará a llover.
Es esa lluvia fina
que cae tan delineada, que parece que no moja, pero, después de un par de
minutos empapa todas las superficies.
Detesto la lluvia,
me deprime y me ata a quedarme en casa.
La cafetera tararea
un sonido en la estufa, el café esta listo. Me sirvo la bebida en una taza,
que es un suvenir de un viaje que hicimos juntos a Londres el verano
pasado y me voy a la sala.
No enciendo la televisión,
de antemano se que no encontraré nada que ver, pasa igual con la computadora
portátil y solamente me quedo quieto observando una replica de un Miró que
cuelga en una de las paredes de la sala.
El café me sabe a
gloria y calienta mis huesos, que están tan necesitados de calor. En eso
escucho el timbre una y otra vez, y no atiendo la puerta. Me da igual quien
esta llamando a la puerta, se muy bien que no puede ser ella, lo siento adentro
de mi ser.
Sigo enfocado en el
Miró, mientras le doy sorbos a mi café, que poco a poco se va extinguiendo.
En eso, no aguanto
más y vuelvo a la habitación. Me asomo por la ranura de la puerta y me vuelvo a
encontrar con los mismos elementos. La curiosidad se acrecienta y no puedo resistir
al impulso de abrir la puerta de una vez por todas de par en par y profanar
aquella habitación, que de cierta manera, también me pertenece.
Entro en la habitación
y otro espacio aparece delante de mis ojos; todavía huele a vino barato, a sexo
y a tabaco.
La cama es una
especie de trinchera, las sabanas forman un embrollo y tres toallas todavía
húmedas se suman a la causa. La cómoda que esta adherida a la pared, es una
muestra evidente que se ha marchado, ha recogido su ropa y se ha largado,
quizás para siempre, quizás no.
En la mesita de
noche que esta al lado de la cama hay una copa vacía y un cenicero repleto de
cenizas que han pasado a mejor vida.
Me siento al final
de la cama, para intentar organizar el rompe cabezas. ¿Adonde se abra ido? ¿Quizás
Paris o Nueva York? o ¿Estará en algún pueblo del sur? Con ella nunca se sabe,
todo es posible; En el mundo que hay adentro de su cabeza lo racional es un
asunto aparte.
Aunque en un
momento quise que se fuera, que se largara de mi lado y que me dejase
en paz de una vez por todas, ahora que estoy en esta habitación contemplando lo
que un día fue, tratando de reconstruir las piezas rotas de mi vida, asumo que
la necesito, como un junkie necesita su heroína o como el cielo necesita la
luna y el sol.
No sé que hacer, no
lo quería aceptar, pero estoy perdido sin su presencia, sin sus arrebatos del
humor, sin sus gritos y finalmente sin sus caricias que a veces se transforman
en ráfagas de fuego.
También se ha
dejado el móvil; lo encuentro tirado en el suelo, casi debajo de unas bragas
color negro. Lo recojo de donde descansa y trato de encenderlo, pero, no hay
carga y encontrar el cargador en aquel caos es una misión imposible.
Llego a la conclusión que es imposible que se
halla largado así por así, sin decir absolutamente nada. Debe de haber un
rastro, una nota, una pista que me haga llegar a ella o en el peor de los casos
entender que ha pasado.
Sin embargo, no
quiero indagar mas, dejaré que las cosas simplemente se den y se dejen guiar
por su propio curso, aunque si no vuelve, me lo recriminaré para siempre.
Por lo pronto,
regresaré a la sala y me quedaré contemplando como la lluvia cae a través de la
ventana".
Toronto, 10 enero, 2013
lunes, 7 de enero de 2013
Que Siga la Fiesta en la Embajada
“No cabe duda de que cuando de fiesta se trata, nuestros representantes diplomáticos
sobresalen.
En algunos casos, llegan a salirse de lo normal y las fiestas pueden
terminar siendo absolutos frenesís.
La noticia de que en la embajada de Honduras en Colombia, se desarrolló
una fiesta con prostitutas, que al final resulto siendo un grave error, ya que
se extraviaron un par computadoras pertenecientes a la embajada, así como teléfonos
celulares destinados a uso oficial y todo porque los organizadores de la fiesta
(personal de la embajada) se negaron a pagarles a las chicas o a los travestis
que contrataron para hacer de la fiesta una verdadera “celebración” de navidad.
Algunas fuentes dicen que se trataban de prostitutas otras que se
trataban de travestis, aunque el episodio no es nada claro.
La embajada de Honduras intentó mantener el asunto debajo de la mesa,
pero, al final resultó imposible y el escándalo saltó a la luz pública;
terminando con la sustitución del embajador y el nombramiento de una comisión
para investigar los hechos.
A todo esto se suma las irregularidades en el proceso electoral que se llevó
a cabo en noviembre y que terminó con la destitución de algunos miembros de la
corte suprema de justicia, orquestada por el candidato a presidente Juan
Orlando Hernández y el cual al parecer está obsesionado con el poder y que es
capaz de todo con tal de llegar a la presidencia del país.
Imagínense cuánto cuesta mantener una embajada en Paris o Londres y no
son dos o tres “gatos” que "trabajan" en pro de fortalecer las
relaciones diplomáticas, sino que son varias personas, que literalmente no
hacen absolutamente nada, solamente devengar un jugoso salario y vivir como
reyes.
No creo que sea lógico que alguien que ni tan siquiera resida en el país
busque un cargo popular, tan importante como es ser parte del congreso de la república,
ante tal hecho varios la bautizaron como la “candidata a control remoto”.
Así es nuestro país, manejado por ineptos que solo hacen caso a sus
intereses personales y que no les importa un comino el bienestar común.
En fin regresando a la dichosa fiesta en la embajada; este hecho solamente corrobora que la corrupción y la falta de valores son los que verdaderamente gobiernan en nuestra nación y en las representaciones diplomáticas afuera de la misma.
Sin embargo, ya sabemos qué pasará con el asunto, en un par de días
terminará en el frío olvido y los implicados en el bochornoso acto serán
asignados a otra delegación diplomática, donde podrán seguir con
sus vidas rodeadas de lujos, de banquetes y de parrandas.
Nos quedaremos con la imagen de que en Honduras si sabemos organizar
fiestas, mientras el país se cae a pedazos”.
Toronto, 6 de enero 2013
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