“La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.”
George Orwell.
Voy a darme el lujo de llamarme ‘exiliado,’ porque
creo que todos los que dejamos el país donde hemos nacido, de una manera u otra
somos exiliados y tenemos esa manía de añorar las memorias del pasado, quizás
mas de lo habitual, muchas veces de una forma desesperada y brutal.
Cuando llegó el momento de salir de Honduras, cinco
años atrás creí que por fin el mundo se me abría de par en par y que el momento
de vivir el sueño de viajar, de conocer otras culturas y de aprender nuevos
idiomas había llegado.
Sin embargo, he tenido que salir de Honduras para
conectarme con mi identidad y con la realidad de mi pueblo, quizás mas que
muchos de mis compatriotas que viven en el país y que se autodefinen como
catrachos de cepa.
Los que me conocen saben muy bien que paso de los
nacionalismos extremos, que creo que son perjudiciales y que nos apartan de la
objetividad, pero, defiendo el derecho incólume de tener una identidad
(o
varias) que nos definan de donde venimos y el derecho de opinar.
Resulta que con los recientes comicios electorales
que se llevaron a cabo en el mes de noviembre, que dio como ganador al
candidato del partido Nacional Juan Orlando Hernández, los cuales estuvieron
marcados por varias anomalías, por mencionar algunas: mi abuela que partió del
mundo de los mortales varios años atrás figuraba en la lista de votantes o como
varios miembros del partido del candidato ganador se apostaron en cientos de los centros de
votación a lo largo y ancho del país ofreciendo dinero en efectivo a los
votantes para votar por su candidato, valiéndose de la necesidad, del hambre y
de la miseria de los millones de hondureños que cada noche se van a la cama sin
ninguna bocado de comida y que se levantan cada mañana sin ninguna esperanza.
El hecho es que el candidato del partido oficialista
nacional salió electo como el nuevo presidente de los hondureños, en un proceso
electoral tan dudoso que todavía no me explico como la comunidad internacional
o los visores que llegaron al país dejaron pasar por alto todas las anomalías
que sucedieron.
Nunca he tenido simpatía por ninguno de los dos
partidos tradicionales (Liberal y Nacional) al igual que por los partidos
“chicos” que al final se han terminado vendiendo a los intereses de los
grandes. Eso no significa que la política no me interesa, todo lo contrario,
creo que es vital que los seres humanos tengamos partida en la misma, eso si,
alejados de los tradicionalismos y buscando el bienestar común, que a lo largo
es lo que importa.
Tenía tanta expectativas en las pasadas elecciones,
conservando la esperanza de que el tradicionalismo político cayera de una vez
por todas, todo esto ante el surgimiento de dos fuerzas alternativas: el
Partido Libre y el PAC, que en tiempo record llegaron a tener mayor popularidad
que los partidos tradicionales, lo cual representó una amenaza a los mismos,
que desde siempre han regido los destinos de la nación a su antojo.
Terminé inclinándome por el partido Libre, por
varias razones, siendo la primera el hecho de que la candidata a la presidencia
era una mujer, aunque varios afirman que Manuel Zelaya, el presidente derrocado
en un golpe de estado que varios negaron, sería el que gobernaría.
Sin embargo, en Honduras todavía vivimos en una
cultura machista y a muchos el hecho de ver a una mujer gobernando los destinos
de un país les causa un profundo dolor de estómago, la idea de ver a una mujer
empoderarse les causa nauseas y calambres en el ego.
¿Será porque las mujeres son mas difíciles de
sobornar? O ¿Que son mas eficientes, mas organizadas que los hombres? O por el
simple hecho de que la mentalidad de las cavernas sigue reinando en nuestra
sociedad, regida en su mayoría por hombres y donde las mujeres sufren acosos
sexuales en sus empleos, sin que nadie diga nada o donde las mujeres a pesar de
tener las mismas condiciones educativas, simplemente no pueden competir con los
hombres, solamente por ser mujer.
Después de las anómalas elecciones publiqué un
comentario en mi página de Facebook, mencionando ‘que una nueva dictadura
acababa de empezar en Honduras’. Como suele suceder, varios comentarios
empezaron a aparecer, unos diciendo que ‘preferían una dictadura a un comunista
en el poder’ y otros acertando con mi pensamiento.
He aprendido a respetar las diferentes opiniones,
aunque, tengo que reconocer que todavía me cuesta masticar aquellos que
comentan sin fundamentos, ni causas, no quiero decir que tengo la razón
absoluta, no, no es esa mi intención, pero, me gustan que los comentarios se
hagan basados en argumentos.
El comentario que mas me llamó la atención fue uno
que decía ‘que yo no tenia el derecho de opinar porque no me encontraba en el
país’. Como si vivir fuera de Honduras me hiciera no tener el derecho de opinar
sobre lo que pasa en el país, como que el hecho de encontrarme en otro
territorio me hace menos hondureño.
Tenemos que empezar desde abajo, aguantar muchas
situaciones y pagar el mal llamado derecho de piso, ya que todos los seres
humanos tendríamos que estar en condiciones iguales en esta aldea global que
habitamos.
No es nada fácil, es una lucha constante, que cansa
tanto física como mentalmente. Ojo, no estoy desmeritando el esfuerzo que se
tiene que hacer para vivir en Honduras o el estrés que representa vivir en un ambiente
de inseguridad, donde se puede perder la vida en cualquier segundo o donde
lastimosamente se tiene que conformar con lo que se tiene, que en muchos casos
es nada.
Es mas todos mis compatriotas tienen mi admiración
por sobrevivir en una sociedad que ha sido mancillada, llegando a tal extremo
donde la vida no vale ni un pepino.
Me molesta cuando alguien intenta coartar la libre
expresión, acusar de que no se puede opinar sobre un tema tan toral como es la
situación política del país y toda la corrupción que desfila descaradamente
ante los ojos, no solamente de los hondureños, sino que ante los ojos del mundo
entero.
Pero, me molesta mas el hecho de que se diga que no
puedo opinar porque no estoy en Honduras, que soy un privilegiado porque no
vivo en el país donde he nacido y porque vivo en el primer mundo, ese primer
mundo que es tan perfecto, porque así es, esa es la historia que nos han vendido.
Siempre que escribo trato de basarme en argumentos,
ver los diferentes ángulos de las historias, indagar y luego me cuesta tanto
expresar lo que pienso, todo en aras de ser lo mas objetivo que se pueda,
aunque repito, que esto no significa que tenga la razón absoluta, es mas, mi
intención no es tener la razón, es simplemente contar lo que pasa y lo que pasa
en Honduras lo puede ver hasta un ciego, no se necesitan de analistas políticos
o de sociólogos para saber que estamos viviendo en un régimen de facto, donde
las normas jurídicas salen sobrando y donde la miseria esta presente en cada
esquina.
Piura, Perú, 10 de enero 2014