La poesía que escribo es tan mala, como un buen café
aniquilado por la azúcar,
O como un invierno sin nieve, y en el peor de los
casos:
Como un día de verano en la playa; huérfano de
cuerpos desnudos, recibiendo los rayos del sol de una manera impávida, mientras
la brisa del mar refresca los sueños.
Los versos que escribo carecen de toda simbiosis
poética,
De toda elasticidad, y suenan más desafinados que la
guitarra
Del chico que intenta ganarse desesperadamente unas
cuentas monedas, en la entrada del metro, y que siempre tiene esa mirada de soslayo.
Los poetas consagrados, y los novatos; de igual
manera se partirían de la risa, con lo que escribo, con estos manotazos
encolerizados que buscan librarse del tedio, de la frustración, del día a día,
de la vida misma… Sí se quiere, con tal de perderse por un breve momento, entre
estas letras que garabateo, a un sitio; que no sea el mismo, donde siempre
estoy.
No sé nada de estilos, ni de rimas estilizadas, mí prosa produce náuseas, y los monosílabos están rondando en cada línea, siendo la
coartada perfecta, para que mí opaca semántica se suicide en algún callejón, al
no soportar los maltratos producidos a mí endeble teclado, cuando mis dedos
chocan toscamente contra el.
Mí poesía es una mierda, lo tengo muy claro, hasta
esta mañana me producía un gran enfado, sin embargo aquí estoy: aniquilando un
género tan puro, tan misericordioso, que llega al extremo de permitir que, un
descerebrado como yo, escriba estos malos trazos;
Teniendo como único objetivo: el librarse un poco de
todos sus desasosiegos.
AF
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